LA VERDAD ABSOLUTA

 

…Qué título… ¿no?

En innumerables ocasiones se manifiesta en el vivir humano una duda existencial que cuestiona el hecho de que, si realmente, hay una verdad absoluta. Automáticamente se despliegan los mecanismos racionales, lógicos e imaginativos de la mente, además del sistema sensorial, y éstos a su vez, se entremezclan influyendo directamente con nuestra capacidad de decisión.

De aquí nace el cuestionamiento relativo de nuestra percepción. Entonces es cuándo comienza un debate interminable enrolado en la razón, ¿Y quién tiene la razón? Y claro, esto pasa porque, para tomar una decisión, primero tienes que pensar ¿Qué pensaré para hacer? o ¿Qué haré para pensar? Porque tu libertad de decisión es tu tesoro, un trofeo que todo el mundo quiere conquistar.

Hay muchas razones muy lógicas, y toda persona se especializa en abogar por las suyas, porque, de hecho, estos argumentos protegen y defienden sus propios principios, como es normal. Y bueno, yo no soy diferente, pero sé que es por hechos y no por teorías que cada uno debiéramos ocuparnos en custodiar nuestros principios. En la Biblia esto se explica de una forma determinante. Desde lo que llamamos evangelios vemos a la persona de Jesús de Nazaret, y te cito un ejemplo:

“JESÚS dijo a gran voz: El que cree en Mí, no cree en Mí sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la Luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en Mí no permanezca en la tiniebla. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, Yo no lo juzgo; porque no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quién lo juzgue: La Palabra que hablé, ella lo juzgará en el día postrero. Porque Yo no he hablado por mi mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha dado mandamiento de lo que diga y lo que hable. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Por tanto, lo que Yo hablo, tal como el Padre me ha dicho, así hablo.” (Evangelio Juan 12.44-50)

Como te venía diciendo, aquí vemos a Jesús, hablando a una muchedumbre para hacer que su palabra entre por algún oído dispuesto y que halle cabida en el corazón de alguien que quisiera adentrarse a vivir lo que él vivía. Unos capítulos más adelante se narra su apresamiento, crucifixión y muerte en manos de los romanos, incentivada y promovida por una parte del pueblo judío. Seguidamente se relata el maravilloso, ilógico e irrazonable suceso de su resurrección, además de verlo posteriormente en compañía de varios de sus discípulos explicándoles el Reino de Dios. También, revela la Biblia, que esto es un acontecimiento inconcebible para toda persona humana y terrena, pero no para Dios. De hecho, para Dios esto es muy normal, lógico y razonable, además de ser lo que más le pudo agradar en toda la historia de la creación. Cristo mismo, su hijo, es el propósito intrínseco de la creación, por eso lo levantó de los muertos como Rey manifiesto de todo.

Así que, para concretar un poco hacia dónde me dirijo, seguidamente a estos acontecimientos bíblicos de los evangelios, nos encontramos con un relato parecido a una novela de aventuras: el libro de Los Hechos. Y sí te fijas, su título lo dice todo, Hechos. Y digo esto porque si algo vemos de extraordinario aquí, es que hubo un grupo de personas que empezaron a vivir a Jesucristo de Nazaret como el argumento de su principio de vida y se convirtió en su propia vida y caminar. Así pues, llegaron a llamarlos “los de El Camino”, y concluyo que leyendo este tratado de 28 capítulos, los apóstoles fueron protagonistas del mismo con sus propias vidas, y por esto acertadamente lo titularon “El libro de los Hechos”, no “El libro de las Teorías”. Esto cambió el destino del mundo y lo sigue cambiando hasta nuestros días, 2.000 años más tarde.

Y con todo esto simplemente me vengo a sugerir a mí mismo que: “Lo correcto es defender mis principios con mis propios hechos basados en alguien, no en algo, porque ese alguien contiene vida, no es un concepto.” No es algo, es alguien. La Biblia cuenta que él es El Principio. Y yo simplemente lo creo y me deleito en Él.

Así que,

 

Gracias Jesús,

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