CRISTO, UNA REALIDAD DIFERENTE

¿De dónde nacen las incertidumbres? ¿De dónde las disputas, carencias y enredos? Nacen de la visión de la realidad que llevamos instalada en nuestra mente y corazón.

El órgano gestor y regulador de nuestro ser se llama psiquis, es el promotor de tus decisiones y por consecuencia de tus caminos. Allí se alberga, define e imprime la realidad que vives y por tanto la que expresas. Si observamos lo más objetivamente posible nuestro ser, acabamos encontrándonos con una incertidumbre constante que parece que no acaba de resolverse. Y lo que ocurre es que no llegamos a calibrar correctamente lo que somos, cómo somos y de qué estamos hechos.

Esto sucede porque no encontramos al patrón original de nuestro diseño. En algún momento de la existencia humana se produjo un hecho realmente trascendental. El hombre se separó de Dios. Quedó aletargado espiritualmente al cesar su conexión con la fuente misma de la vida. En ese instante es dónde, como hombres, quedamos atrapados con las circunstancias externas, es decir, con la realidad del cosmos en su expresión material. De esta manera nuestra psiquis quedó arrancada de su esencia espiritual y comenzó a redireccionar sus carencias hacia estas fuentes materiales y externas. Igualmente, jamás pudo la psiquis por sí misma suplir estas insuficiencias y comenzó a ocultarlas como estrategia base para continuar con su realidad.

Si te fijas, nunca llegamos a mostrar nuestros verdaderos intereses en las relaciones, tareas, empresas o caminos que tomamos. No sabemos cómo y porqué hacerlo. De hecho, los sucesos o las cosas que deberíamos enmarcar, las escondemos muy sutil e inteligentemente. ¿Y esto por qué? Porque necesitamos sentirnos amados. Si, la gestión que estamos haciendo hoy por hoy de la vida nos dice que ciertamente tenemos como objetivo salir al exterior a ser amados. Es lo que estamos haciendo, nuestros hechos lo confirman. Y aquí se abre inevitablemente una pregunta ¿Quién te ama tanto para que no te escondas?

Un tema tan difícil como cierto. El mundo, para que puedas llegar a sentir algo parecido a esto, te hace la propuesta de llegar a lo más alto, porque si eres visto y reconocido te vas a sentir valorado y aceptado.    También imagino que estarás conmigo al cuestionarte si esto es verdaderamente amor. Porque, en definitiva, esta oferta te lanza a emprender una carrera contra el rechazo y el abandono que durará toda tu vida. Un recorrido oculto que, por contrapartida, grita a los cuatro vientos que busca comprensión y compañía incondicional.

Lo que ocurre es que, estos dos cables sueltos del rechazo y del abandono, fueron desconectados de Dios y emiten una constante señal de “error”, de la que no llegamos a hallar la solución aunque invirtamos nuestra vida en ello. Esto lo podríamos intentar traducir como un error de origen, pero nos quedaríamos cortos, más bien, es La Tragedia del Origen. Un suceso que embarcó a la humanidad en un vacío existencial similar al espacio infinito del universo en el que estamos plantados.

La propuesta hecha al ser humano a vivir un camino sin Dios, su creador y fuente de vida incesante, provocó un caos existencial mayor que el mismo cosmos. Porque, ¿Qué es mayor? ¿El universo o el caos y la incertidumbre de alguien que conscientemente habita en este lugar y que no sabe que está haciendo aquí? Da que pensar.

Desde luego que no es poca cosa esta vida. Para poder vivirla necesitamos el manual de instrucciones con los planos originales del ser humano para saber cómo funcionamos de una vez por todas. Y cuándo lo veamos, vivamos y caminemos como realmente somos, entonces sabremos que hemos dado en el blanco. Que hemos acertado en entender nuestro verdadero diseño e identidad. Tiene que funcionar.

Para ello vamos a ver la propuesta de Dios. Dios formó al hombre en el planeta tierra con dos esencias, con dos naturalezas. Una espiritual e inmaterial, otra terrenal y tangible. Según su diseño, somos el único ser capacitado para relacionarse con estos dos ámbitos. Esto es algo maravilloso e inigualable. Pero si esto es así, aún lo es más que nos dejara completamente libres al cedernos el timón de nuestras vidas para que las condujéramos hacia donde nosotros quisiéramos. Él, como padre, sabía que esto era lo mejor, dejarnos libres de verdad a pesar e las consecuencias de nuestras determinaciones. Él, además de como padre, es verdadera fuente de vida, nos sostuvo y nos ordenó que viviéramos sumergidos en él. Porque para poder funcionar como hombres hemos de saber que nuestra estructura general es esta: 

ESPÍRITU (zoe) -ALMA (psiquis)– CUERPO (soma).

Este patrón lo podemos ver reflejado en multitud estructuras vitales en el planeta como los árboles que se estructuran en raíz-tronco-copa y también en el cuerpo humano como cabeza-tronco-extremidades. Para que esto funcione, nuestro espíritu tiene que recibir la vida de Dios y nuestra alma regular y trasmitir esta vida al cuerpo. Si en nuestro espíritu hay vida, nuestra alma trasmite vida al cuerpo, si en nuestro espíritu no hay vida, nuestro cuerpo somatiza muerte. Si este es nuestro diseño, simplemente analiza, ahora podrás empezar a comprender cuál es la raíz de muchos de los problemas que expresan las personas.

Y volviendo al tema de la propuesta que rechazamos de Dios. Lo que sucedió es que en algún momento decidimos declinar esta proposición y escogimos caminar sin él. Entonces al estar trazados como estábamos realmente para vivir en él, nuestra parte espiritual quedo desconectada de la vida de Dios y comenzamos una caída en picado donde nuestra psiquis pasó a ser el organismo principal de gobierno y control. Pero este papel le correspondía a nuestro espíritu. Se produjo así una  inestabilidad en el ser humano al no ser  esta psiquis poseedora de vida por sí misma y nosotros quedamos relegados al plano del alma (ánima), es decir, al plano animal. Nuestra psiquis se adhirió en extremo al cuerpo, que tiene naturaleza terrena y temporal, por consecuencia quedamos apartados de lo espiritual y eterno que emanaba de Dios.

Hoy día, vemos que nuestras almas son como caballos salvajes, prácticamente indomables por el potencial que albergan en sí mismas, pero carentes de vida al estar asediadas constantemente por el poder de la muerte. Esto hace entender la incapacidad de la psicología para estabilizar al ser humano, porque no tiene poder de dar vida, es meramente una herramienta que diagnostica un problema que es cierto, pero al que no puede dar solución, porque la patología radica en un cuestión de muerte espiritual. ¿Cómo vaciarnos de las dificultades temporales y humanas que nos afectan sin conectarnos a una fuente auténtica de vida?

Dios es Dios, y también es padre. Su propuesta sigue en pie a pesar de las consecuencias de nuestras decisiones erradas. Uno de estos efectos es que el hombre no es capaz de reconquistar por sí mismo aquello que perdió. No podemos hacer nada para comprar a Dios por muy buenos que seamos, que nos creamos, ni por aquello que hagamos. Perdimos nuestra alma y lo peor de todo, lo perdimos a Él. Su propuesta vino a la tierra de nuevo hace como unos 2.000 años, y no es cualquier cosa, ni siquiera es algo, su propuesta es alguien: Cristo.

Él es la realidad de Dios, su diseño encarnado. En él podemos ver reflejado que Dios es real, es la fuente de vida, dónde tenemos que mirarnos y creer para que podamos se re-generados.  Adentrándonos de esta manera en un vivir nuevo, lleno de eternidad y de abundancia. Un vivir que cubre todo lo inmaterial y material que necesitamos, siendo de una vez quién verdaderamente somos. En él están la genuina e incondicional aceptación y amor que necesitas para vivir. No necesitas nada más.

No tenemos por qué seguir atrapados en algo que Dios ya resolvió en Cristo. Precisamos verlo además de conocerlo con nuestros sentidos espirituales. Que nuestra alma sea arrebatada y sumergida en esta realidad que teníamos presente en nuestro origen como hombres en este universo. Esto sí que es necesario. Lo que fue hecho en Cristo define quien eres realmente,  es algo que sólo tú puedes entender e incorporar en tu vida, es una decisión tuya. Como antes, como siempre y para la eternidad. Aquí, hoy y ahora.

Como seres humanos, o bien nos sujetamos a él, o nos volvemos a caer. No hay más. Se trata de un patrón, de un diseño que solo funciona como fue hecho. Sólo con fe podemos acceder a Él viviendo extraordinaria y sobrenaturalmente. Gracias a él, no depende de ti. Cristo es una realidad viva, es alguien en un ámbito dónde te sumerges mano a mano con Dios y dónde lo puedes vivir en tu cotidianeidad. Sin cosas raras. Nuevas y desconocidas, sí, pero muy normales. Podrás ver como todo habla de él en la multitud de lenguajes que tiene la vida, porque no deja de expresarse y llamar a tu puerta a cada instante. Así sabrás que es lo que te inquieta. Esta realidad golpea nuestra mente y emociones a cada momento. El ser humano no puede estar bien sin Cristo, es física y espiritualmente imposible. Lo que hay en tu mente, lo que piensas, te va confirmar lo que te digo. Porque según piensas, así eres. ¿Qué hay en tu mente? ¿Hay vida o hay muerte? ¿Hay caos o hay paz? ¿Eres temporal o eres eterno?

Conéctate con Dios. Allí es dónde empezarás a vivir la realidad eterna, una realidad que supera con creces a esta terrenal y material, que no la elimina, simplemente te capacita para trascenderla, guardarla y cuidarla. 

Tal como era, es y será. Cristo, una realidad diferente.

 

 

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